En España tenemos la suerte de tener una enorme cáspula del tiempo que supone un gran legado cultural para las generaciones hispánicas venideras y que sin embargo muchos de nosotros no conocemos. Se trata de la Caja de las Letras, situada en una cámara acorazada del Edificio de las Cariátides de Madrid, sede central del Instituto Cervantes. Este edificio cuenta con cámara acorazada porque anteriormente fue sede del Banco Central. Cuando fue construido, por tanto, nadie pensó que fuera a convertirse en una cápsula del tiempo, sin embargo hace más de una década se le dio un nuevo uso de lo más emocionante.
Desde el año 2007 los grandes personajes de la cultura hispánica son invitados a depositar su legado secreto en esta cámara, introduciéndolo en una de las cajas doradas numeradas que contiene y decidiendo ellos mismos la fecha en la que tendrá que ser abierta. El encargado de inaugurarla fue el escritor español Francisco Ayala, que el 15 de febrero de 2007 ocupó el casillero número 1.032 y decidió que su particular cápsula del tiempo tendrá que esperar a ser abierta hasta el año 2057. Otros autores, sin embargo, optaron por periodos de espera mucho más cortos e incluso sus cajas han sido ya abiertas. Por ejemplo, la bioquímica española Margarita Salas decidió que la suya fuera abierta en 2018, 10 años después de su cierre, o el actor español Manuel Alexandre escogió el año 2017 para su apertura. Hasta la fecha, la persona que ha optado por una fecha más lejana es el bailarín y coreógrafo español Víctor Ullate, que en 2011 señaló como fecha de apertura de su caja el día 6 de junio de 2161.
Actualmente son 23 los artistas que ya han depositado su legado en la Caja de las Letras. Sin embargo, la cámara acorazada cuenta con 1.800 cajas, por lo que todavía son muchos los personajes que continuarán aportando sus conocimientos para el futuro en los próximos años. Entre los artistas seleccionados habrá escritores, músicos, cineastas, científicos, artistas o arquitectos de prestigio y podrán introducir en las cajas el legado que deseen, como manuscritos, libros, grabaciones, bocetos o dibujos. Algunas de las personas que ya han cerrado su cápsula del tiempo son Antoni Tàpies, Luis García Berlanga, Ana María Matute, Juan Goytisolo o Eduardo Mendoza.
En definitiva, el objetivo de la Caja de las Letras es constituir un espacio dedicado a la memoria cultural de nuestra lengua. La idea de su creación fue del entonces director del Instituto Cervantes, César Antonio Molina, que tuvo claro tan pronto como vio la cámara acorazada que podía convertirse en una cápsula del tiempo de valor incalculable. Según él mismo indicó en una entrevista:
«Pensé que por qué no custodiábamos ese valor inmaterial y espiritual en torno al idioma y a la creación literaria y artística. Entonces decidí que todos los premios Cervantes, todas las grandes personalidades de nuestra cultura, fueran ocupando cada una de esas cajas, con la idea de que no se abrieran cada una de ellas hasta décadas después, y que fuera un legado de cara al futuro».
Aunque la mayoría de los participantes dejan su legado de forma secreta, se sabe que algunos de los objetos que hay ahora mismo depositados son una pulsera de latón perteneciente al padre de la escritora mexicana Elena Poniatowska, una máquina de escribir de Nicanor Parra, tres discos de Cristóbal Halffter, una flauta de Mario Muchnik o un reloj suizo de John Elliott. ¿Qué más objetos contendrá? Sólo el tiempo nos lo dirá, pero lo que está claro es que su valor cultural es incalculable.
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