Cuándo éramos niños, cualquier pequeño objeto era susceptible de convertirse para nosotros en una auténtica joya. A través de nuestros ojos de niño, veíamos un tesoro es muchos objetos que para los adultos pasaban desapercibidos. A veces, el simple hecho de que lo tuvieran otros niños, que se convirtiera en moda, o incluso el cariño con el que alguien nos lo regalaba, los convertía en verdaderas joyas para nosotros.
Solíamos llevarlas con nosotros a todas partes o bien guardarlas a salvo en nuestra habitación, o incluso en alguna caja de tesoros que funcionaba para nosotros a modo de cápsula del tiempo.
Ahora que somos adultos, nos invade una enorme sensación de nostalgia cada vez que el recuerdo de algún objeto de la infancia vuelve a nuestra mente, cuando vemos alguna fotografía de la infancia con alguno de ellos, o incluso cuando encontramos de casualidad alguna imagen en internet de la época en la que nacimos o crecimos.
Muchos de estos tesoros y recuerdos eran de los que “se llevaban puestos”: preciosos collares de macarrones, originales pulseras de plástico, chinitos de la suerte regalados por nuestros amigos… No necesitábamos oro ni piedras preciosas: un trozo de plástico, de papel o de madera era mucho más valioso para nosotros.
Algunos de estos tesoros fueron comunes a toda una generación, ya que todos nosotros, de niños, suspiramos más de vez por conseguir uno de ellos, y ahora suspiramos cuando su recuerdo viene a nuestra mente.
Te invitamos a pensar en tu infancia y a imaginar… si ahora mismo alguien te regalara una cápsula del tiempo con los mejores recuerdos de tu infancia, ¿cuántas de las siguientes joyas contendría?